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Foto del escritorEmisora Comunitaria Dorada Stereo

El lío ambiental que empieza a dejar la exportación de aguacate


Ciudadanos han denunciado quema de palmas de cera y riesgo de escasez de agua por la presencia de los cultivos de aguacate Hass, uno de los productos agrícolas más promocionados en el país desde 2016.


A principios de este mes llegaron a Corea del Sur las primeras 1,6 toneladas de aguacate Hass colombiano. “Coreanos ya saborean el aguacate Hass colombiano”, fue como compartió el ICA la noticia, celebrando haber entrado al mercado del quinto importador de este producto en el continente asiático. Pero días antes, el 29 de mayo, del escenario que se hablaba era otro. Durante el debate de control político al ministro de Agricultura, Rodolfo Enrique Zea, que realizó la Comisión Quinta desde Armenia, uno de los dilemas ambientales por el que se le cuestionó, al lado de la apicultura y las pequeñas hidroeléctricas, fue el cultivo de aguacate Hass en la región del Quindío.


Mientras su exportación se ha convertido en una de las nuevas banderas del Gobierno –solo en 2020 salieron del país 77.075 toneladas–, en Antioquia, Caldas y Tolima, donde están el 51 % de las áreas sembradas, crece la preocupación por el deterioro ambiental que pueden generar estos cultivos. Parte de la razón es que se trata de una de las frutas que más consumen agua. La plataforma Water Food Network hizo el ejercicio: mientras para un banano –producto que también se exporta a Asia– se necesitan 160 litros de agua, para un aguacate la cifra aumenta a 227 litros.

Por esto en países como México y Chile se les ha hecho responsables de una escasez de agua. Pero, aunque el ministro Zea afirme que el caso para Colombia no es el mismo, pues los departamentos donde se cultiva el aguacate Hass tienen “alta pluviosidad, permitiendo que su siembra sea con drenajes y no con sistemas de riego”, los conflictos sociales y ambientales van más allá del agua. Las aguacateras, muchas con inversiones extranjeras, se empiezan a ubicar dentro o cerca de zonas de reserva forestal, colindando con páramos y saltándose ciertos permisos ambientales.

Desde Pijao, Quindío, Mónica Flores, embajadora del movimiento CittaSlow, el cual busca implementar el buen vivir, recuerda claramente cómo el aguacate se fue infiltrando en el paisaje de la región. Antes de 1989 la vocación era cafetera, pero con la caída del Pacto Internacional del Café, las personas entraron en quiebra y los gobiernos les sugirieron experimentar con nuevos productos. “Primero fueron los cítricos o la granadilla y después llegó el boom del plátano”. Desde 2016 se empezó a hablar del aguacate y, según se ha podido averiguar a través de derechos de petición, de 230 hectáreas de cultivos de aguacate Hass que había para ese año, se subió a 2.000 hectáreas solo en Pijao para 2020. “Llegaron las empresas foráneas a comprar la tierra y a concentrarla para cultivar el aguacate Hass”.


Aunque sus preocupaciones son varias, como que los campesinos tradicionales han tenido que vender sus tierras y que se está perdiendo la vocación cafetera de la región, la alerta mayor está sobre la finca hacienda Doña Eva, un predio que pertenece a la empresa colombiana Inversiones ASL S.A.S. “Son casi 2.000 hectáreas que están sobre el Distrito Regional de Manejo Integrado, amparadas bajo la ley segunda (que establece Zonas de Reserva Forestal y de Bosques), que tienen palma de cera, en donde se ubican dos ríos, el Azul y el Lejos, y que alcanzan los 2.800 msnm”, asegura. Allí, también cuenta, se está cultivando aguacate Hass, lo que estaría poniendo en riesgo un ecosistema estratégico. “No estamos diciendo que no se siembre aguacate, pero que se haga respetando el uso del suelo y los determinantes ambientales”.


Inversiones ASL S.A.S, por su parte, le explicó a El Espectador que de las 2.433 hectáreas que tiene Doña Eva, solo 680 están dedicadas para “el cultivo de aguacate Hass sostenible”. Las 1.753 restantes son de conservación, distribuidas entre zonas de páramo y subpáramo del Chilí, Zona Integral de Manejo Integrado, rondas hídricas, bosque nativo, relicto y vías. “De acuerdo con lo anterior y tal como lo ha verificado la autoridad ambiental en las diferentes visitas al proyecto, ASL no interviene áreas de páramo. Tampoco tiene previsto desarrollar en el futuro siembra y/o producción de aguacate en dichas áreas”, asegura.


Sin embargo, a la empresa en los últimos dos años sí se le han impuesto dos medidas preventivas por parte de la Corporación Autónoma Regional del Quindío (CRQ) por afectar la palma de cera, una especie que está en peligro. Datos dados por Jáider Andrés Lopera, asesor de dirección de la CRQ, indican que la primera medida se dio en 2020, ya que hubo una quema de cinco palmas de cera dentro de la finca Doña Eva, mientras la segunda fue este año. “Recibimos una denuncia y, tras la visita técnica, encontramos que se estaba sembrando aguacate al lado de la palma de cera, lo que podría afectar su ciclo vegetal”.


Tomado: El Espectador.com

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