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Foto del escritorEmisora Comunitaria Dorada Stereo

Iván Duque, expresidente



Aunque Iván Duque todavía tiene 14 meses de su periodo como primer mandatario de Colombia, todos los indicadores sugieren que su pospresidencial influencia se verá disminuida significativamente en comparación con la de otros exmandatario. Las acciones tomadas durante su gestión, incluidas su tímida implementación del Acuerdo de Paz, la escalada de violencia en las zonas rurales y la violenta represión policial de las protestas recientes, ya han comenzado a empañar las evaluaciones de su presidencia. ¿Todavía hay tiempo para que recupere su legado? Opinión.


El 7 de agosto de 2022, cuando entregue la Presidencia a su electo sucesor, Iván Duque se incorporará al exclusivo club de expresidentes colombianos. Con solo 46 años, todavía estará en condiciones de jugar un papel clave en el futuro político del país durante tres o cuatro décadas más. A juzgar por los precedentes establecidos por otros exmandatarios, se puede esperar que mantenga un papel semipermanente en los asuntos de su partido político, el Congreso y, en menor medida, el Estado.


Sin embargo, el papel de Duque como exjefe de Estado será único, en el sentido de que no es el líder visible de su propio partido, el Centro Democrático, que aún gira en torno al también expresidente Álvaro Uribe. Duque será el único expresidente con jefe. Otros que dirigen su propio tribunal político son César Gaviria, reelegido director del Partido Liberal; Andrés Pastrana, osificado al mando del Partido Conservador; y Ernesto Samper, exdirector de la colectividad roja, quien aún ejerce influencia en los asuntos internacionales de Colombia a través de sus conexiones con UNASUR y otras organizaciones de izquierda.


Si bien puede ser prematuro hablar de la expresidencia de Duque cuando todavía le quedan 14 meses en el cargo, los círculos políticos ya parecen listos para pasar página en la 41 Presidencia y centrar su atención en la incipiente carrera para reemplazarlo. (En teoría, el ciclo electoral comienza a principios de 2022, pero la campaña arrancó extraoficialmente hace meses). Uribe, el mentor político de Duque, ya está considerando posibles sucesores de derecha, incluidos exalcaldes, exgobernadores e incluso su hijo mayor, Tomás.


A su vez, los rivales de Uribe en la izquierda están atacando al Gobierno en funciones en múltiples frentes, incluida su respuesta a la pandemia del COVID-19, la implementación del Acuerdo de Paz y la respuesta violenta del Estado a los recientes brotes de malestar social. Mientras tanto, el centro del espectro político está a la deriva y carece de un liderazgo político evidente.

¿Y dónde está Duque en todo esto? Parece estar suspendido en el espacio liminal entre la Presidencia de Juan Manuel Santos, quien recibió el Premio Nobel de la Paz por negociar el fin del conflicto de décadas con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), y el renacimiento político de Uribe, que buscará perpetuar su control sobre el poder político durante el mayor tiempo posible.


Aunque Duque asumió el cargo con la aspiración de ser un innovador en conceptos como el de la Economía Naranja y tratando de posicionarse como un puente generacional entre el pasado y el futuro, sus ambiciones han sido truncadas por una temprana falta de una mayoría legislativa, un entorno de intensa polarización política, el creciente malestar social y la crisis del COVID-19. Como figura pública, Duque no ha sido un líder unificador, ni siquiera en medio de la crisis económica y social más grave que ha afectado a Colombia en décadas.

Ahora, Duque podrá disfrutar de una fructífera carrera pública posterior a la Presidencia, con nombramientos en organismos multilaterales o juntas directivas de empresas multinacionales, lucrativos acuerdos de redacción, oportunidades para dirigir un programa de opinión en radio o televisión, o incluso un puesto en la academia. Sin embargo, está claro que, como operario político, su lugar está detrás de Uribe. Duque no tendrá autoridad para decidir sobre las candidaturas de su partido, ni para dar continuidad a su visión nacional sin el aval de su mentor.


Tomado: El Espectador.com

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